Mundos de mujeres


Era nuestra primera vez y, como dice Nawal al-Sa´dawi, todas las primeras veces suscitan un extraño entusiasmo. El campus estaba plagado de mujeres diferentes. Y esa diferencia era interesante pues te anunciaba voces diferentes desde sitios muy diferentes también.
Carmen Linares nos dio la bienvenida con fandangos, milongas, tangos... y tras ella, la mesa compuesta por las autoridades políticas y académicas. Por la tarde Inés Alberdi nos habló de su trabajo en Unifem, Somaly Mann de lo difícil que ha sido y está siendo su vida, de las mafias que dominan el mundo del comercio sexual y del alto coste que le está suponiendo haber salido de ahí. Nos resultaba especialmente cercana por haberla estudiado y tener su intensa vida resumida en uno de nuestros carteles de mujeres. Y la última, Nawal al Sa´dawi, mujer egipcia, feminista, socióloga, escritora, médica y encantadora de un auditorio que no movía una pestaña mientras ella hacía un discurso redondo sobre su vida en particular y el mundo en general. No es el tercer mundo, decía, sólo existe un mundo y unos recursos mal repartidos.
Al día siguiente empezaban las sesiones semiplenarias, ponencias y actividades tan diversas que procuramos dividirnos para después contarnos. En feminismos y acción política me quedé con la importancia de los marcos en las alianzas feministas. Sandra Hardyng nos habló de las diferentes maneras en que las sociedades reinventan la explotación de las mujeres y de la necesidad de detectar estas formas y decir no.
Amelia Valcárcel convocó a muchas mujeres. Nos habló de la Ley del Agrado, de cómo está interiorizada en la vida de las mujeres, de cómo impide nuestro desarrollo y del derecho a la maldad, de la importancia de ese ejercicio como medio de salir de ese círculo. Nos habló del lenguaje, de lingüistas y posicionamientos y de lo conveniente también de nuestra revolución en ese campo. Amelia Valcárcel nos sedujo por lo que decía y por el cómo lo decía. Inteligencia, rigor, respeto, ironía, empatía son algunas de las palabras que definirían mejor su discurso.
Marina Subirats se estrenó manifestando su horror ante la palabra competitividad. Se detuvo en ella y analizó causas y efectos mostrando la realidad que construye el mundo en torno a este fenómeno. Hizo un análisis de la masculinidad como un género obsoleto y defendió la necesidad de cambio como única manera de supervivencia de la sociedad.
Mª José Díaz Aguado formaba parte de una mesa contra la violencia de género. Si tuviera que elegir entre todas las ponencias o ponentes, Mª José Aguado ocuparía uno de los primeros puestos. Su discurso fue emotivo (¿qué dirían las mujeres que nos precedieron si nos viesen aquí ahora, qué nos preguntarían, qué pensarían...?), esperanzador (dos de cada tres personas que han vivido en un entorno violento NO lo reproducen, luego se puede salir de ahí), realista (¿cuántas personas con poder real en la toma de decisiones y medidas hay aquí en la sala?- nadie. Pues hasta que los poderes públicos estén divorciados de estos foros de debate, no hay nada que hacer) Terminó invitándonos a un concierto homenaje a las mujeres que nos precedieron y todavía ahora me emociono al recordarlo.
Las mujeres colombianas(feministas, locas, insurrectas) por la salud sexual y reproductiva nos mostraron su trabajo con el orgullo y la dignidad de la lucha por las mujeres más desfavorecidas y los resultados obtenidos
-¿Por qué canta, preguntó el juez a la mujer, si estamos en un juicio?
-Canto porque me ocurre siempre que canto
Era la historia de Sindy Julieth Arango, la condena y restitución posterior de su honor.
Tras ellas, las mujeres saharauis nos contaron sus condiciones de vida, su cansancio y nos pedían ayuda y voces para que el mundo reaccione y les devuelvan su tierra ocupada y expoliada.
Y termino porque he de terminar, no porque no me quede más por decir. Termino con unas palabras de Eduardo Galeano:
No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados
si pudiera le diría que se vaya, pero tengo una mujer atravesada en la garganta.

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